jueves, enero 19, 2006

El metro

Era un olor indescriptible. Una mezcla de queso mohoso, fermentado y vino de Burdeos. Pero no olía exactamente a comida.
El suelo estaba sucio, lleno de manchas y papeles. Había pasado mucha gente, difícil de precisar con exactitud. Al día siguiente seguiría pasando aún más.
Hacía calor y aquel hedor se mezclaba con los sudores de la masa que se desplazaba por allí. En aquel subsuelo no había ningún tipo de ventilación y el aire necesitaba renovarse. Era un olor pegajoso que se adhería a la ropa como el humo del tabaco, y te acompañaba todo el día. Al respirar daba la sensación de estar en una sauna blanca y claustrofóbica.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nena qué te lo estoy diciendo...paka, paka,paka.
Un beso
Mamen

manuel_h dijo...

menos mal que no era comida...
aunque la imagen de la sauna, rebozados en ese pringue... joder! dan ganas de ir paseando a donde sea